lunes, agosto 15, 2005
Vida de un predicador (efemérides)
El día que el muchacho llamado Frutos cumplió 18 años, su madre le cogió de los hombros, le miró fijamente y le dijo: "Ahora ya puedes beber, ya puedes fumar y ya puedes acostarte con mujeres". Frutos asintió obediente y, por no defraudar a su madre, dedicó los siguientes meses a tal empeño con todas sus fuerzas. Cuando su madre decidió volver a intervenir para encauzar un poco la vida de su literal hijo, Frutos ya había vuelto muy cambiado del mundo exterior: fumaba rubio, bebía whisky de importación y, no sólo había descubierto que el sexo era algo bonito, sino que había vuelto convencido de que el amor era algo doloroso y peligroso, como una ortiga alucinógena. Así que, para su 19 cumpleaños, Frutos prometió mientras soplaba las velas de la tarta construir un caparazón impenetrable (en sentido figurado, no quitinoso) y refugiarse del mundo exterior, congelar su corazón y convertir el día a día en una lucha personal. No fué el primero, ni será el último. Cuando llegó la Navidad de ese año, Frutos llevaba seis meses luchando contra su mayor enemigo: él mismo. Y se estaba comenzando a caer realmente mal.
Su madre volvió a intervenir, decidiendo esta vez echar todas las cartas sobre la mesa. Le llevó al rincón azul de la cocina, le cogió de nuevo de los hombros y le dijo muy seriamente. "Frutos, has de saber que eres un profeta". "¿En el sentido bíblico?", preguntó el sorprendido joven. "Absolutamente", respondió ella. Poco satisfecho con su tarea pero aún así decidido a hacer sentir a su madre orgullosa de su pequeño clérigo, Frutos decidió tras muchas horas de meditación que el Don que su Desconocido Padre le había condecido era el de vomitar fuego sobre aquellos que le rodeaban, el de herir con su palabra a diestro y siniestro, así que decidió suavizarse y utilizar la ternura para acercar a los demás a su regazo. ¿Cómo si no podría extender la Palabra --aún sin saber cuál era esta Palabra? Para su vigésimo cumpleaños, Frutos ya había comprendido que la ternura alejaba a la gente de manera más insidiosa que el fuego, ya que dejaban de tomarle en serio. ¿Quién va a creer la Palabra de un Profeta cuando lo que te apetece es rascarle la cabeza y ofrecerle Cat Chow?
Así que Frutos decidió no prolongar más lo inevitable y enfrentarse a su deber cara a cara, y se dirigió hacia el momento más delicado en la vida de cualquier profeta, o al menos de cualquier profeta que no sabe qué profetizar: la de elegir su Doctrina. Decidió tomar lo de "profeta" de manera figurada, y no dedicarse a predecir el futuro sino a extender un mensaje. Primero decidió que su filosofía sería dejar de luchar contra lo inevitable y limtarse a cabalgar la vida sin cegarse en domarla. A lo cherokee. El día que tomó esa decision era miércoles, hecho que sin duda alguna propició que exactamente 21 días despues, tirado en su sofá y con una considerable resaca, comprendiera que en el caos absoluto no iba a encontrar sino más caos y pensara que agarrar las riendas aunque fuera con dulzura no era ninguna tontería. Aparte de que de fiesta en fiesta no se puede profetizar mucho que digamos.
El día que Frutos cumplió 25 años decidió finalmente que debía despojarse de dolores, desnudarse en público, convertirse en algo remoto, brillar como una llama, aceptar su destino y pronunciar su Mensaje. Sonaba muy bien. Una vez más Frutos confundió efemérides con epifanía, o por lo menos las mezcló, y en pleno colocón de brazo de gitano mezclado con cera pronunció la frase que habría de pasar a la historia: "Deseamos lo que no conocemos". Su consternada madre dijo: "¿No querrás decir que todos deseamos lo que no tenemos, o que todos tememos lo que no conocemos?", aunque probablemente lo que querría haber dicho es "vaya birria de profeta ha salido: igual que su padre".
Pero Frutos lo negó: "No, madre amantísima de mi corazón" (Aquí algunos biógrafos detectan cierto sarcasmo). "Empecé a fumar porque realmente no sabía que era eso de fumar: lo veía ahcer y oía hablar de ello, pero no sabía que era. He buscado una pareja sentimental con ansia porque nunca he tenido ninguna estable, y no sé rtealmente qué es eso. He buscado el placer absoluto porque nunca he tenido placeres, aunque nunca me haya preocupado de pensar si esos placeres realmente han sido buenos. Quiero decir... si hubiera sabido realmente lo que me esperaba me habría quedado en casa. Y aún así... no sé hacer otra cosa que perseguir desconocidos. Y me gusta."
"¿O sea, que tu Palabra va a ser que los hombres sólo desean cosas que no saben cómo son, porque si lo supieran no la desearían, y que encima en ello alcanzan la felicidad?"
Frutos asintió y pronunció el corolario a su Principio, posiblemente más famoso que el Principio en sí: "qué jodidos somos".
Hoy me siento...
Hoy suena a... Björk - Jóga
Su madre volvió a intervenir, decidiendo esta vez echar todas las cartas sobre la mesa. Le llevó al rincón azul de la cocina, le cogió de nuevo de los hombros y le dijo muy seriamente. "Frutos, has de saber que eres un profeta". "¿En el sentido bíblico?", preguntó el sorprendido joven. "Absolutamente", respondió ella. Poco satisfecho con su tarea pero aún así decidido a hacer sentir a su madre orgullosa de su pequeño clérigo, Frutos decidió tras muchas horas de meditación que el Don que su Desconocido Padre le había condecido era el de vomitar fuego sobre aquellos que le rodeaban, el de herir con su palabra a diestro y siniestro, así que decidió suavizarse y utilizar la ternura para acercar a los demás a su regazo. ¿Cómo si no podría extender la Palabra --aún sin saber cuál era esta Palabra? Para su vigésimo cumpleaños, Frutos ya había comprendido que la ternura alejaba a la gente de manera más insidiosa que el fuego, ya que dejaban de tomarle en serio. ¿Quién va a creer la Palabra de un Profeta cuando lo que te apetece es rascarle la cabeza y ofrecerle Cat Chow?
Así que Frutos decidió no prolongar más lo inevitable y enfrentarse a su deber cara a cara, y se dirigió hacia el momento más delicado en la vida de cualquier profeta, o al menos de cualquier profeta que no sabe qué profetizar: la de elegir su Doctrina. Decidió tomar lo de "profeta" de manera figurada, y no dedicarse a predecir el futuro sino a extender un mensaje. Primero decidió que su filosofía sería dejar de luchar contra lo inevitable y limtarse a cabalgar la vida sin cegarse en domarla. A lo cherokee. El día que tomó esa decision era miércoles, hecho que sin duda alguna propició que exactamente 21 días despues, tirado en su sofá y con una considerable resaca, comprendiera que en el caos absoluto no iba a encontrar sino más caos y pensara que agarrar las riendas aunque fuera con dulzura no era ninguna tontería. Aparte de que de fiesta en fiesta no se puede profetizar mucho que digamos.
El día que Frutos cumplió 25 años decidió finalmente que debía despojarse de dolores, desnudarse en público, convertirse en algo remoto, brillar como una llama, aceptar su destino y pronunciar su Mensaje. Sonaba muy bien. Una vez más Frutos confundió efemérides con epifanía, o por lo menos las mezcló, y en pleno colocón de brazo de gitano mezclado con cera pronunció la frase que habría de pasar a la historia: "Deseamos lo que no conocemos". Su consternada madre dijo: "¿No querrás decir que todos deseamos lo que no tenemos, o que todos tememos lo que no conocemos?", aunque probablemente lo que querría haber dicho es "vaya birria de profeta ha salido: igual que su padre".
Pero Frutos lo negó: "No, madre amantísima de mi corazón" (Aquí algunos biógrafos detectan cierto sarcasmo). "Empecé a fumar porque realmente no sabía que era eso de fumar: lo veía ahcer y oía hablar de ello, pero no sabía que era. He buscado una pareja sentimental con ansia porque nunca he tenido ninguna estable, y no sé rtealmente qué es eso. He buscado el placer absoluto porque nunca he tenido placeres, aunque nunca me haya preocupado de pensar si esos placeres realmente han sido buenos. Quiero decir... si hubiera sabido realmente lo que me esperaba me habría quedado en casa. Y aún así... no sé hacer otra cosa que perseguir desconocidos. Y me gusta."
"¿O sea, que tu Palabra va a ser que los hombres sólo desean cosas que no saben cómo son, porque si lo supieran no la desearían, y que encima en ello alcanzan la felicidad?"
Frutos asintió y pronunció el corolario a su Principio, posiblemente más famoso que el Principio en sí: "qué jodidos somos".
Hoy me siento...
Hoy suena a... Björk - Jóga