martes, septiembre 27, 2005

Mi breve carrera como compositor sinfónico

Poco conocido es que hubo un tiempo en el que yo fui compositor. Pero no compositor de rap o pop, no: compositor sinfónico, de los buenos, de los de toda la vida, de los que cualquiera puede citar como influencia y de los que siempre queda bien saberse el nombre entero de uno de sus opus.

Fui compositor porque quería, no por otra cosa. Decidido a ser inmortalizado me pareció una excelente manera, y mucho menos cansado que ser algo realmente útil para la sociedad. Así que comencé a firmar mis cartas como "D.V., compositor" y empecé a buscar financiación para mi primera obra. A ser posible de alguna viuda adinerada.

No nos engañemos: nadie financia óperas en plena era del rave y matar a un amigo para hacerle un requiem me parecía algo excesivo. Así que, tras varios días de estudio, decidí dedicarme a ese género chico de la música sinfónica: el himno.

Ah, el himno. Ese jingle ratonero capaz de causar amores, odios, revueltas e incluso erecciones. Parecía el lugar idóneo para empezar. Durante meses estuve esperando la noticia de que algún club de fútbol o país tercermundista estaba buscando himno, y cuando ya casi había tirado la toalla me llegó la noticia: el Colegio Mayor de Palafreneros, ignorado pero aún así imprescindible, buscaba canción representativa para ser tocada por bandas mayores en cualquier evento que se preciase.

Tras una semana de trabajo extenuante presenté mi magnum opus a examen. El jurado -compuesto por un palafrenero veterano, un profesor del conservatorio y Cayetano Martínez de Irujo- observó con atención cómo le explicaba la sinfonía a la pequeña orquesta de cámara (porque como yo no sé solfeo tuve que tarareársela al director y hacer "chss chsss" con la boca para los platillos del apoteósico final). La letra de mi himno leía así:

Somos palafreneros
palafren o para mal
que cuanto más palafrenes
más palacelerarás.

Hubo silencio, un carraspeo y un "siguiente". Aperentemente no gustó, así que decidí trabajar un poquito más la letra y volver a presentarme. Mi segunda versión comenzaba así:

Carguemos, palafreneros,
palamarzo y palabril,
que ya dice el palafrán
que en abril hay aguas mil

Ni siquiera me dejaron terminar. Fui humillado y expulsado del colegio no sin antes arrancarme marcialmente los gemelos dorados. Y ahí acabó mi carrera como compositor, frenada por una mano negra que había decidido sabotear mis esfuerzos movida seguramente por simple envidia. Que hay mucha envidia en este país.

Hoy me siento...
Hoy suena a... Kaiser Chiefs - Everyday I love you less and less



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